Martin Serrano.
Por Irene Cristóbal Ponce [1]
¿Qué tipo de comunicación y para qué desarrollo? Son las interrogantes que desde un primer momento nos asedian al acercarnos conceptual u operativamente a la “comunicación para el desarrollo.” Ambos conceptos, tan dinámicos como complejos por separado, nos presentan un reto mayor al amalgamarse y denominar a la puesta en práctica y quehacer profesional de muchos comunicadores especializados en este campo particular de la comunicación.
No podemos soslayar el reconocer, pero tampoco incluir en este breve espacio, la amplia cantidad de conceptos, modelos y esquemas comunicativos enunciados cada cual para responder con pertinencia a un ámbito social o explicar una interrelación. Así tampoco los distintos desarrollos y me refiero con ello no solo a los grandes modelos teóricos e históricos como por ejemplo el crecimiento económico, la teoría de la dependencia, el capital social o el enfoque de Amartya Zen, sino también a las concepciones particulares que cada sociedad (que puede coexistir con otras en un mismo tiempo aunque en diferentes espacios incluso de un mismo país), percibe como desarrollo para su propio pueblo.
Partamos sin embargo de una certeza: la comunicación, en cuanto proceso integrador y generador de compromiso de los implicados es vital para lograr el desarrollo de todo grupo humano. Sin comunicación, no es posible ningún tipo de desarrollo dado que sin este proceso no sería posible establecer ni la más incipiente convivencia.
Es justamente esta certeza la que nos permite, en medio de estas transformaciones conceptuales y particularidades tanto sociales como pluriculturales, el trazar un derrotero que permita verbalizar y porque no enriquecer, el debate sobre el quehacer de los comunicadores para el desarrollo.
Como primera entrada tenemos el enfoque de la comunicación para el desarrollo en cuanto proceso para el cambio de comportamiento. Este enfoque es particularmente empleado en la comunicación para la salud, un área especializada de la comunicación para el desarrollo. Dentro de este enfoque podemos citar los aportes de la Food and Agriculture Organization (FAO) y Gloria Coe. En el documento: Directrices de comunicación para el desarrollo rural, FAO señala que “…la comunicación para el desarrollo se basa en la premisa de que el éxito en el desarrollo rural no puede llevarse a cabo sin un cambio en las actitudes y la conducta de la gente a quienes está destinado” Adicionalmente, sustenta que para este propósito, la comunicación para el desarrollo emplea los medios masivos e interpersonales para crear mecanismos de incidencia política para movilizar a la población hacia acciones de desarrollo, para reforzar los procesos pedagógicos de capacitadores y agentes de desarrollo, y en general, para incrementar los efectos del mensaje y su construcción por parte de los profesionales de proyectos y políticas como para los dadores de asesoría técnica.
Por su parte, Gloria Coe de la Organización Panamericana de Salud (OPS) (1998) señala que la comunicación en salud se define como "la modificación en el comportamiento humano (…) o como un proceso de presentar y evaluar información educativa persuasiva, interesante y atractiva que dé por resultado comportamientos individuales y sociales sanos."
La comunicación para el desarrollo entonces vista desde esta óptica se refiere al cambio de comportamiento y su correlato con el dar conocimiento y/o difundir información para promover la adopción de nuevas actitudes, generar participaciones en los actores sociales y así mejorar la calidad de vida de las personas. De ahí que el actor social es considerado ante todo un receptor de mensajes. No se trata de un guiño a la Teoría de la Aguja Hipodérmica. Bajo este enfoque, el actor social, miembro del grupo objetivo o de la audiencia es un receptor complejo de múltiples fuentes de información, que tiene contacto con profundas mediaciones personales y sociales y que además puede estar organizado. Significa, eso sí, que las investigaciones, el empleo de medios y la elaboración de estrategias deben orientarse instrumentalmente a lograr un efecto de cambio de comportamiento en las poblaciones. Lo valioso de este enfoque es que se legitima la intervención de los procesos comunicativos en toda iniciativa de desarrollo, ya que sin cambio de comportamiento no habría aceptación de las medidas promovidas por los proyectos, programas o políticas sociales y en consecuencia se trataría de una de tantas iniciativas fallidas y no sostenibles. De este modo, este proceso comunicativo se configura como un elemento transversal para toda acción social exitosa.
¿Pero cuáles son los alcances de este cambio de comportamiento? Existe una serie de aspectos conflictivos no siempre negociados sobre qué es lo que se debe “cambiar” del otro. Por ello nos parece que este enfoque, muy efectivo hasta la fecha tanto para conceptualizar como para operativizar los procesos de comunicación para el desarrollo, debe ser complementado con el enfoque de la comunicación intercultural, que señala que no hay una jerarquía entre las culturas y que todas son igualmente dignas y merecedoras de respeto. Al respecto Rodrigo Alisina (1999) afirma también que la única forma de comprender correctamente a las culturas es interpretar sus manifestaciones de acuerdo con sus propios criterios culturales. Se trata entonces de intentar moderar un inevitable etnocentrismo que lleva a interpretar las prácticas culturales ajenas a partir de los criterios de la cultura del interpretante, en este caso, el investigador o el formulador de políticas, programas y proyectos. Si no se realiza este esfuerzo de comprensión, la comunicación intercultural se hará más difícil y aumentará la probabilidad de malentendidos. Se trata en primer lugar de ver que se puede aprender de las otras culturas, en lugar de intentar cambiarlas.
Otro enfoque muy importante es el señalado en el Congreso Mundial en Comunicación para el Desarrollo (2006). Aquí se sostiene que la comunicación para el desarrollo”Es un proceso social basado en el diálogo usando un amplio abanico de métodos. (…) a favor de cambios importantes y significativos” la diferencia estriba en que estos cambios, estipulados en sus requisitos estratégicos sostienen que se debe “asegurar que la gente tenga acceso a los instrumentos de comunicación de modo que ellos puedan comunicarse dentro de sus propias comunidades así como con la gente que toma las decisiones que les afectan.” Además de dar “…apoyo a la gente más afectada por las cuestiones del desarrollo en sus comunidades y en sus países para permitirles hablar, para das voz a sus perspectivas y para contribuir y actuar en sus ideas para mejorar su situación” En esta línea de comunicación basada en el reconocimiento de derechos, se cita incluso a las poblaciones indígenas y a las PVVS (personas viviendo con VIH/Sida).
Gina Gogín (2007) dentro de esta perspectiva, pertinentemente señala que la comunicación para el desarrollo “busca, propicia, que los individuos y las comunidades se apropien tanto de los mensajes, como de los medios (en términos de proceso y contenido)” Asimismo, es particularmente enfática en señalar el poder que la comunicación nos puede brindar. Un poder no exclusivo de los grandes medios o estadistas, sino de las poblaciones e individuos que, esta vez empoderados tienen potestad de decisión, de participación y porqué no, de cambio.
Este enfoque entonces equipara la situación dialógica y la orienta horizontalmente, bidireccionalmente. La comunicación para el desarrollo se entiende como un proceso de empoderamiento de las poblaciones, que implica no llevar el medio a la gente sino la gente al medio, para democratizar sus no solo sus usos, sino también sus metodologías y tecnologías, y de este modo, escuchar y dar voz a los no escuchados.
Por consiguiente, se trata aquí de un receptor activo, que se convierte en emisor de sus propios mensajes y en agente de su propio desarrollo. La lógica inicial de cambio está siempre presente. Citando a Rodrigo Alsina, “…una cultura no evoluciona si no es a través del contacto con otras culturas “, pero es el actor social el que debe participar y promover un cambio que parta de su reconocimiento como sujeto de derechos y aceptación de sus diferencias.
Hasta aquí me he permitido revisar diversos enfoques. Son todos ellos igualmente válidos y útiles para los grandes retos que como comunicadores para el desarrollo debemos afrontar. Así de variadas las situaciones e interacciones comunicacionales, así de variadas las estrategias que se deben emplear y diseñar. Finalmente y en lo personal, siempre defenderé la comunicación para el desarrollo no como un proceso de cambiar hábitos para “mejorar” a los “otros” sino para poner al alcance conocimientos que permitan a las mujeres y varones tomar decisiones informadas sobre cómo quieren vivir sus vidas.
Bibliografía:
BELTRÁN, Luis Ramiro (1997a). Universidad y comunicación para la salud: acciones y reflexiones en América Latina. La Paz, Universidad Johns Hopkins -Oficina para Bolivia
COE, Gloria (1998). “Comunicación y promoción de la salud”, en Chasqui Nº 63, revista latinoamericana de comunicación, Editorial CIESPAL.
RODRIGO ALSINA, Miquel (1999) La comunicación intercultural. España, Barcelona. Editorial Anthropos.
Food and Agriculture Organization (FAO) (2005) Directrices sobre comunicación para el desarrollo rural. Guía para los responsables de la formulación de proyectos. Departamento de desarrollo sostenible.
Congreso Mundial en Comunicación para el Desarrollo (2006) Roma, Italia Borrador Final
GOGÍN SIAS, Gina (2008) El enfoque en comunicación para el desarrollo ¿en qué consiste?
[1] Irene Cristóbal Ponce es Licenciada en Comunicación Social, egresada de la Maestría de Políticas Sociales con Mención en Gestión de Proyectos Sociales de la UNMSM y tiene estudios de Doctorado en Ciencias Sociales en esta misma casa de estudios. Para consultas relacionadas se puede comunicar al E-mail : velvets22@hotmail.com